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Esta efervescencia de la escena francesa y de los experimentos artísticos, centrados especialmente en un teatro de lo corporal y en el conflicto entre el yo y el otro, atraen a los dramaturgos españoles más inquietos que participan de dicha renovación desde el exilio más o menos voluntario en París como es el caso de Fernando Arrabal y su"Teatro Pánico" o Francisco Nieva y su"Teatro Furioso". Ambos ejemplos me parecen significativos por cuanto comparten sensibilidades estéticas y han engrosado las listas de los autores geniales del teatro europeo del siglo XX, con suerte desigual en cuanto que el primero se quedó en Francia y entró a formar parte activa ya desde principios de los años 60 de las experimentaciones vanguardistas y de la historia del teatro francés y el segundo se volvió a España, por lo que su carrera de dramaturgo rupturista se vio en cierto modo frenada hasta entrados los años 70.
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