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Fury es, sin lugar a dudas, un título espléndido. Más que esto, cabría
decir soberbio, al menos si se toma en consideración la extraña reacción que
produce en su espectador. Una incontenible ira, un exceso de implicación
que hace al público saltar de su butaca. Da la sensación de que aquí -como
en otros films de Fritz Lang- se rebasa la frontera de una identificación
confortable con la trama del relato para abrir fisuras que tocan lo más
profundo del ser humano, pero igualmente y por la misma razón lo más
inexplicable y turbador que en él anida. ¿Será acaso esto una mera
impresión? No lo parece, pues tal efecto turbador bien podría hallarse en
conexión con el inusitado poder que en el curso de la película le es conferido
a su personaje central. Un poder que -justo es decirlo- merced a sus
características, excede la condición misma de personaje. En ambos casos,
lo que está en juego es un problema de inscripción: por una parte, el
espectador no se encarna en un espacio confortable, a resguardo, sino que,
por contra, tiende a salir de él; por otra, el personaje central, guiado por su
furia ilTefrenable, toma las riendas del relato, lo asalta, doblega y construye
en su interior una puesta en escena que anastra como un ciclón a todos los
demás entes de ficción.
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Vicente Sánchez-Biosca, "Abismos de pasión. A propósito de "Fury" en Más allá de la duda. El cine de Fritz Lang, Universitat de València, Servei d'Extensió Universitària, Aula de Cinema, 1992, ISBN 8437009545, pp. 93-126. |